La relación educativa: el diálogo pedagógico entre educador y educando.

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Cuando hablamos acerca de tratar con jóvenes internados en un centro de reforma, nos asaltan varias cuestiones de la que podemos destacar una, ¿cómo establecer una relación con ellos?

Mejorar la comunicación con los menores tiene que formar parte de la acción educativa del educador, ya que está relación comunicativa se traducirá en una relación para favorecer el cambio.

¿Qué queremos decir con esto? Cuando el educador interviene, lo hace intencionadamente, ya que esta relación tiene una finalidad previa y se centra, como dice J.M. Esteve (1997), “en la persona como objeto de la propia construcción”. Desde que nacemos, tenemos que crear un proyecto vital que tenga sentido, y en esta búsqueda personal la relación educativa nos une a otra persona que se ofrece en nuestro camino para compartir esta búsqueda.

El educador es quien ayuda al sujeto en su proceso de búsqueda del saber, y para ello J.M.Esteve enumera cuatro objetivos principales que ha de llevar a cabo cualquier educador en cualquier contexto en el que realice su labor educativa:

1. Ha de ayudarle a que se encuentre. El educando debe encontrarse a sí mismo, es decir, conocerse a sí mismo, saber quién es y cuál es su labor en el mundo.

2. Ayudarle a que se acepte. Lo primero que debe aceptar el menor es lo más elemental y objetivo como por ejemplo su físico, luego sus limitaciones cognitivas, emocionales…

3. Ayudarle a que se viva. El educador debe hacerle comprender al menor que es un ser individual e irrepetible, es único y tiene una vida que ha de vivir él sin dejar que nadie se la viva.

4. Ayudarle a que se construya. Los educadores no podemos consentir que el individuo se construya sobre algo que él no conoce.

El educador  es aquel que un día se encontró buscándose a sí mismo y decidió comprometerse a la tarea de ayudar a otros en su búsqueda tanto de sí mismo como del saber. Es el encargado de describir los valores del mundo y del saber sin olvidar que una relación educativa no puede darse sin autoridad. La autoridad en educación significa aceptar la influencia de otra persona porque consideramos que puede ayudarnos, servirnos de apoyo y ampliar nuestra visión de la realidad. En otras palabras, la autoridad hay que ganársela, y esto se consigue conociendo al otro, respetando su libertad y su dignidad, y teniendo predisposición y disponibilidad para crear estas relaciones.

Aunque parezca contradictorio, “autoridad” y “libertad” son conceptos que van de la mano, por eso la obediencia irracional deja de ser educativa ya que coarta la libertad y el sentido crítico de la persona. La forma de llevar a cabo el proceso de enseñanza aprendizaje sin dejar atrás los conceptos mencionados anteriormente es el diálogo educativo. Este diálogo constructivo reviste formas diversificadas según los niveles de conocimientos, según la naturaleza del mensaje, el tratamiento de la información que el individuo puede explicar. En este proceso el educador es guía y experimenta a su vez una influencia que entraña su propia evolución.

Por otra parte, B. F. Skinner concibe el proceso de enseñanza aprendizaje como una relación que va más allá del educador y el educando, “el proceso de enseñar – aprender se efectúa en un medio caracterizado sociológicamente, que sobrepasa el marco de la clase y de la escuela” es decir, que el adolescente, está recibiendo continuamente estímulos externos que forman parte del proceso educativo y contribuyen a su construcción personal.

En conclusión, podemos decir que nuestra capacidad de influir sobre los menores estará determinada por la importancia que le demos a estas relaciones y la credibilidad que tengamos para ellos. Pero tampoco podemos pretender crear estos vínculos de un día para otro, estos lazos son fruto del día a día, de aprender a escuchar, de ganarnos la confianza del otro mediante nuestros actos, y finalmente saber cuándo desaparecer porque nuestro educando es capaz de seguir solo, sin prolongar esa relación educativa más de lo necesario.